El uso de lenguaje inclusivo ha aparecido en los últimos años como respuesta a una serie de cambios sociales vinculados con la creciente conciencia sobre la igualdad de derechos, la visibilización de identidades diversas y la necesidad de construir formas de comunicación que no reproduzcan estereotipos ni exclusiones.
En este contexto, el caso del lenguaje inclusivo y discapacidad ha tomado fuerza, logrando desterrar muchos términos peyorativos y alcanzando un consenso bastante sólido sobre qué términos son respetuosos con las personas con discapacidad. Así, gracias a los movimientos sociales y asociativos, las personas con discapacidad han tomado la voz y han conseguido impulsar la transformación del lenguaje.
¿Te preguntas cuál es la manera correcta de referirse a las personas con discapacidad?, o ¿cómo se dice discapacidad en lenguaje inclusivo? Con más de 55 años trabajando a favor de la inclusión, desde FUNDACIÓN JUAN XXIII queremos compartir algunas de las claves principales sobre lenguaje inclusivo y discapacidad.
No podría ser más simple: personas con discapacidad. Este es el término que presenta un mayor consenso, ya que está apoyado por la COCEMFE (Confederación Española de Personas con Discapacidad Física y Orgánica), que aglutina a más de 1.600 entidades sociales.
“Personas con discapacidad” también es el término por el que se reconocen los derechos a las personas con discapacidad en el marco legislativo internacional y español. La Convención Internacional sobre los Derechos de la Personas con Discapacidad de Naciones Unidas, aprobada y ratificada por España, también manifiesta que el término adecuado es "personas con discapacidad", ofreciendo también la opción de "personas en situación de discapacidad".
Por su parte, la Ley General de Derechos de las Personas con Discapacidad, más conocida como Ley General de Discapacidad o LGD, también usa ya el término de “personas con discapacidad”. Antes de su aprobación, las asociaciones de personas con discapacidad llevaban ya un tiempo luchando por cambiar la terminología de la ley anterior, la LISMI (abreviatura de Ley de Integración Social del Minusválido), que utilizaba términos como “minusválido” o “incapacitado”. Lo mismo ocurría con los términos "inserción" o "integración", que en la LGD ya son sustituidos por "inclusión".
Igualmente, la Ley 39/2006, de 14 de diciembre, de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las personas en situación de dependencia, obliga expresamente a las Administraciones Públicas a usar el término “personas con discapacidad” en su disposición adicional octava.
En todo caso, es muy importante la incorporación de la palabra “persona con”, evitando hablar de “personas discapacitadas”, “discapacitados” o “discapacitadas”. De este modo, se busca reflejar que la discapacidad es una característica que acompaña a la persona, pero que no la define. Así, las personas no son “discapacitadas”, sino que tienen o manifiestan una discapacidad.
En cualquier caso, el lenguaje inclusivo supone solo uno de los pasos a dar para avanzar hacia sociedades más justas e igualitarias. Por ello, es vital que este tipo de movimientos se acompañen de otras acciones, como el desarrollo de iniciativas de empleo con apoyo o la inclusión en educación.
Las palabras que usamos crean ideas y, por tanto, también tienen el potencial de crear realidades, de reproducirlas o transformarlas.
Por este motivo, en FUNDACIÓN JUAN XXIII creemos que es necesaria una comunicación responsable que ayude a derribar estereotipos y estigmas y que contribuya a crear una sociedad más inclusiva.
A continuación, vamos a hacer un repaso a qué estrategias se aplican en el lenguaje inclusivo referido a las personas con diferentes tipos de discapacidades:
Hay palabras con implicaciones peyorativas que todavía se pueden encontrar en normativas legales antiguas o incluso en la Constitución, que utiliza la expresión obsoleta "disminuidos". Otros términos que deben evitarse a la hora de hablar de discapacidad son: "minusválido", "incapaz", "impedido" y más palabras que transmiten la idea de que las personas con discapacidad son menos válidas o capaces.
Del mismo modo que es preferible usar "persona con discapacidad" a "discapacitado", también es preferible usar "persona con ceguera" o "persona con discapacidad visual" antes que "ciego"; "persona sorda" o "persona con sordera" antes que "sordo"; o "persona con tetraplejia" en vez de "tetrapléjico".
Igualmente, para las personas con discapacidad que precisan de la atención de otra persona para el desarrollo de actividades de la vida diaria, se debe utilizar "personas en situación de dependencia", evitando "dependientes". También hay que tener en cuenta que no todas las personas con discapacidad están en situación de dependencia.
Los eufemismos, como "sordita" o "cieguito", ya que caen en la infantilización de las personas con discapacidad. En este mismo sentido, palabras como chicos, chicas, niñas o niños, cuando nos referimos a personas adultas con discapacidad.
Aunque sean bienintencionados, también se desaconsejan otros términos como "diversidad funcional", "otras capacidades" o "capacidades diferentes", ya que se consideran eufemismos que generan confusión, ambigüedades, inseguridad jurídica y restan valor a la problemática que, en esta sociedad, supone manifestar una discapacidad. Además, como señala la COCEMFE, todas las personas somos diversas.